En un momento de mi vida en el que la enfermedad marcaba en mí lo que ahora sé que sólo son emociones en negación y falta de integración de aprendizajes, llegó a mí el Curso sobre las Flores de Bach que impartía una veterinaria encantadora que conocía de las redes sociales por su página Vida Natural Animal

Después de enfermar muchísimo y no poder encontrar manera de solucionar mis problemas dentro de la Medicina Clásica, distintos pasos como la Meditación, la Terapia Neural y la Bioacústica llegaron a mi vida permitiéndome observarme anclada a la tierra y a la Naturaleza como ya no recordaba haberlo estado.

Todos y cada uno de ellos fueron llegando a mí y, al observar sus beneficios en mi propia salud, fui utilizándolos en mis pacientes observando cómo también les beneficiaban a ellos.

Como siempre, mis animales y yo misma como su espejo, sirvieron para que mis pacientes recibieran esas mismas terapéuticas que nos llenan de bienestar.

Gracias a cada uno de ellos por el aprendizaje vital.

Aún con estrés es posible:

En aquel entonces recuerdo que mis niveles de estrés eran muy elevados y a veces, debido a ello y por mi rasgo de alta sensibilidad, entraba en confusión y me costaba mucho centrar mi atención en la parte más teórica del curso, que era trabajada por mi compañero y socio, quien se encargaba de  contestar las preguntas e ir completando los exámenes que la profe nos iba poniendo.

Recuerdo también (y esto aún me pasa bastante) lo que me costaba hacer las cosas desde internet, la ansiedad que me producía.

Pero en este curso todo estaba ya pensado por Mercè, la profe, que es una pedagoga estupenda y que milagrosamente había contemplado también esa parte del proceso.

perrito

En él, nos aconsejaba cosas como que nos hiciéramos con nuestra propia cajita de esencias florales y fuéramos practicando con ellas en nosotros y nuestra familia peluda para ir integrando el curso desde todos los planos.

Y eso hicimos.

Le pedimos guía para comprar un kit de esencias de “confianza” (ahora lo definiría como “con intención vibratoria amorosa”) y así empezó nuestra práctica usando el “ensayo-error”.

Mientras avanzaba el curso íbamos creando fórmulas diferentes que (sorprendentemente para nosotros que nunca habíamos contemplado la emoción dentro del tratamiento de nuestros pacientes en la clínica) funcionaban muy bien.

En ese tiempo, debido a mi grado de saturación y desgaste, el médico sólo me permitía atender a las cirugías porque pasar consulta me dejaba sin energía, así que fue en torno al quirófano y los actos clínicos que lo acompañan donde primero observamos sus efectos.

Y no sólo eso. De ahí íbamos entendiendo las analogías maravillosas que planteaban las esencias florales… Como, por ejemplo, cuando aplicábamos un Walnut (Nogal) a una herida, no sólo atendíamos a su cicatrización para atender al corte, al cambio profundo celular, tisular y orgánico:

Además, estábamos atendiendo al estado emocional del animal que había pasado por tantos cambios en el proceso quirúrgico: estrés en su entorno familiar, cambios de dieta y restricciones antes de entrar a quirófano, cambios al despertar de la anestesia confusos y con dolor pese a la anelgesia en un lugar que no es su casa, cambios en el manejo del postoperatorio (collares isabelinos engorrosos, observación del estado de los puntos y visitas al veterinario, paseo con correa a veces para evitar que se suelten los puntos …).

En las ovariohisterectomias y orquidectomías (las “esterilizaciones”) hay muchos cambios hormonales que también regulaban las esencias, cualitativamente los animales se encontraban mejor y, además, no rehusaban tomar el tratamiento, sino que lo aceptaban muy bien.

Y lo mejor de todo, es que lo hacían regulando todas las emociones que se asocian a los procesos, que está científicamente demostrado que nos afectan y les afectan y que no se tienen en cuenta en la práctica clínica diaria.

Era muy significativo. Estaban resultando una herramienta terapéutica maravillosa que, como los Sonidos de la Naturaleza, no sólo actuaban solos sino que, además, se combinaban con cualquier tratamiento alopático y preparaban al organismo para que, al aplicar el químico, todo fuese a su lugar: observamos también las sinergias.

Y nacieron en nuestra clínica múltiples botecitos de mezclas de esencias.

Fórmulas para que los animales tuvieran mejor entrada en las cirugías, fórmulas para el intraquirúrgico, fórmulas para el post de la cirugía. Fórmulas para la hospitalización en nuestro centro en Chiva (Valencia).

En ellas atendíamos al proceso y añadíamos una flor u otra según el carácter, raza o circunstancia particular de cada animal.

De ahí empezamos a usarlas también en la hospitalización de pacientes con otras enfermedades, en los animales que se quedaban ingresados.

Como a veces hay que aplicarlas con cierta frecuencia, para no manipular a los animales que estaban recuperándose y aumentar sus niveles de estrés, creamos unas fórmulas que aplicábamos en spray tanto en el ambiente, como a nivel local, como sobre el alimento: gatos, perros, procesos que cursaban con inflamación, procesos que cursaban con depresión orgánica, procesos que cursaban con vómitos…

Y así fuimos entendiendo cómo funcionaban y usándolas cada vez más.

El estado Impatiens, previsto:

Recuerdo que en este maravilloso curso donde todo está contemplado, había un aviso de la profe de que si nos poníamos en plan rígido a estudiar podíamos entrar en un estado de impaciencia y que para evitarlo, nos podíamos apoyar en el uso de la esencia que Edward Bach denominó Impatiens.

Yo me sentía un poco abrumada. No sólo estaba viendo la Medicina (mejor dicho, la forma de tratar a los pacientes) desde otro punto de vista, sino que había mucha materia que integrar y mucha información. Y (al no encontrarme bien) me autoexigía y me parecía que “no llegaba”.

Así que empecé a tomar Impatiens y a aplicármela también en lugares concretos (llamados vórtices energéticos o chakras, que eran nuevos para mí) y a disfrutar de su efecto. A la vez iba poniendo esencias a mis perros, gatos, animales de corral (convivo con cerditos, gallinas, patos…), y seguí observando.

La oca «O» y las esencias.

En aquél momento, convivía también con una preciosa oca que se pasaba el día peleando a través de la valla con una de mis perras.

Oca

Los mordiscos en su pico (que era lo único a lo que la perra accedía) en su lucha abierta por el espacio, que no lográbamos controlar porque siempre encontraban un hueco en la valla para luchar, eran enormes.

Recuerdo que no le gustaba nada que la cogiéramos. Había crecido libre y no le gustaba el trato humano. Cuando sucedía esto teníamos que cogerla y aplicarle Terapia Neural o desinfectarla y le resultaba muy estresante.

Así que un día que yo estaba sola en casa, cuando ocurrió una de las batallas entre Lizzie -una de mis perras- y O (la oca) y nadie podía sujetarla pensé, bueno, qué vas a perder si pruebas y puse unas gotas locales de Walnut para el corte, Star of Bethlehem para el trauma físico y emocional y Crab Apple como desinfectante y la solté en libertad como ella quería.

En horas estaba moviéndose y comiendo y su pico cicatrizó. Era una evidencia más de que este tipo de terapéutica mucho menos agresiva que otras que usamos con nuestros animales, funcionaba y lo hacía de manera dulce y amorosa para ellos, pero fuerte y regeneradora para los tejidos y el campo electromagnético emocional.

Y lo mejor aún estaba por llegar.

En ese tiempo de redescubrimiento también empezaba a caminar como comunicadora animal. Los animales empezaban a mostrarme cómo todo lo que hacen (salvo en ocasiones concretas que responden a cambios biológicos en el grupo) es un reflejo de nuestros propios campos emocionales.

Así que empecé a practicar eso también. Ya que la vida me había hecho parar, tenía tiempo al fin para estar en casa con ellos después de años en clínica sin horarios, vacaciones ni descansos dominicales por mi dedicación exclusiva a mi vida como profesional.

Observé detenidamente a mis perros (en aquel momento eran 7) y en cómo se comportaban.

Perros de Eva Maria

Me había dedicado a la Etología Clínica dentro de la clínica y tenía esquemas muy rígidos basados en jerarquías y “patologías” extrapoladas del mundo humano que se iban poco a poco desmontando con mi nuevo enfoque al mirarlas.

Como con el curso había comenzado a usar Impatiens y esa emoción y esencia las tenía tipificadas en mí, me centré en ese punto.

Si veía a uno de mis perros corriendo impaciente, me paraba a observarme cómo estaba yo en ese momento y qué pensamientos rondaban por mi cabeza.

Y allí estaba yo, generalmente en ese tiempo acelerada por dentro por algo que no podía hacer en la clínica porque no tenía fuerzas ni permiso médico para hacer.

Respiraba, me daba cuenta de que estaba en un estado de impaciencia, tomaba la flor vía oral y  apoyaba su efecto a nivel local como nos recomendaba la profe en el curso (yo lo ponía directamente sobre mi esternón. En la región cardíaca que se corresponde con el chakra Corazón).

Observaba a mi perro, generalmente eran Golden y Reggae (un precioso Beauceron rescatado de una perrera cuyo comportamiento achacábamos a su pasado y una maravillosa Golden Retriever que adoptamos “porque estaba muy loquita” y no la podían vender) los que me mostraban este aspecto y se tranquilizaban sin ser ellos los que tomaran la flor.

Golden

Era espectacular, no podía creerlo aunque lo tuviera delante de mis narices. Casi todo lo que había aprendido sobre comportamiento era erróneo.

Me encantaba leer a Patrick Pageat y su “Patología del comportamiento del perro”, pero una profunda revisión de mis creencias hizo que, al revisarlo, me diera cuenta que no se habían tenido en cuenta las emociones pese a la revisión de los textos desde la etología, la psicofisiología y la neurofisiología sin atender al Sistema Límbico y las emociones, que no aparecían por ningún lugar.

Así que tomé una frase del prefacio de este magnífico libro, que aún me sirve de referente “estructural” en algunos aspectos ,que dice:

“Como todo trabajo de investigación clínica, está en continua evolución, y lo que escribimos hoy aquí será cuestionado, por nosotros mismos y por otros, desde mañana.”

y, agradecida, me abrí a autores como Antonio Paramio o Turid Rugaas, que me permitían poner letra a esos nuevos hallazgos tanto en el origen de lo que consideramos como enfermedad como en su terapéutica.

Desde aquí entendí lo importante de hablar del estado emocional y de hacer hincapié en ello y no sólo en los cambios que el humano ha de hacer en su entorno cuando hay un “problema de comportamiento”, que son tan difíciles de poner en práctica y que llevan al fracaso, a la eutanasia y al abandono a tantos compañeros de vida, que lo único que hacen es mostrarnos nuestra propia incoherencia.

Ahora son la base fundamental en mi terapéutica, acompañadas por los sonidos de la Naturaleza, una nutrición óptima y la toma de conciencia de lo que nos muestra cada patrón en desarmonía de la flor en nuestro proceso vital.

Desde aquí dar las gracias a Edward Bach por crear este método, a Mercé Giménez por su generosidad al enseñarlo con tanta impecabilidad y, sobre todo, a esos animales que siempre nos acompañan guiando nuestros caminos humanos para crezcamos, por mostrarme otra manera de entender la Medicina.

Perros Playa

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