Guest post de Asi Hidalgo – Terapeuta en Hijas de la Tierra:
Todos los que hemos convivido con algún perro en algún momento de nuestra vida, sabemos de su maestría, de cuanto nos enseñan, de la manera tan dulce y tierna que nos acompañan, y su corazón gigantesco de amor y bondad. Sentir el vínculo con alguien así es una experiencia inolvidable.
Hace un tiempo charlaba con una amiga hablando sobre las diferentes conciencias de esta maravillosa Tierra, sobre las reencarnaciones y la evolución espiritual del alma de cada ser, y convenimos las dos sin ningún genero de dudas, de que el ser que encarnaba en perro, era un ser de una evolución altísima o muy evolucionada, pues ser Maestros del Corazón, no es tarea fácil. De hecho, siento que los perros, como otros animales, caballos, vacas, cerdos… han hecho un gran “sacrificio” en pos nuestro, para ayudarnos en el proceso que vivamos.
El día que aquel lobo decidió separarse de su entorno natural y acercarse al hombre, siento que fue movido por algo más que su hambre o facilidad de recursos, siento que ahí hubo una toma de decisión, que marco su existencia por mucho tiempo.
Hay una frase que se me dijo: “Cada perro, cada gato o animal, que vive en una casa, es una luz que brilla para que recordemos quienes somos, nuestra esencia, que volvamos a reconectar, y ayudarnos en este camino que llamamos vida”. Esta frase lo resume todo de una manera clara, sencilla y entendible.
Ellos están con nosotros haciendo un trabajo, cumpliendo una tarea, hacernos recordar quienes somos, ponernos flechas a nuestro alrededor que nos guíen, con una inconmensurable paciencia y amor.
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